sábado, 8 de octubre de 2011

Moralejas

Hace muchos años, cuando trabajaba como voluntario en un Hospital en Stanford, conocí a una niñita llamada Liz, quien sufría de una extraña enfermedad. Su única oportunidad de recuperarse aparentemente era una transfusión de sangre de su hermano de 5 años, quién había sobrevivido milagrosamente a la misma enfermedad y había desarrollado los anticuerpos necesarios para combatirla. el doctor explicó la situación al hermano y le preguntó si estaría dispuesto a dar su sangre a su hermana. Yo lo vi dudar por sólo un momento antes de tomar un gran suspiro y decir "Sí, lo haré; si eso salva a Liz."
Mientras la transfusión continuaba, él estaba sonriendo acostado en una cama al lado de la de su hermana mientras nosotros lo asistíamos a él. Viendo retornar el color a las mejillas de la niña la cara del niño se puso pálida y su sonrisa desapareció. Miró al doctor y le preguntó con voz temblorosa. "¿A que hora empezaré a morirme?"
Siendo sólo un niño, no había comprendido al doctor, él pensaba que le daría toda su sangre a su hermana. Y aún así se la daba.

Learn from yesterday, live for today and hope for tomorrow.

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